Y es que había mucho que contar y no todo podía ser de golpe.
Ayer lunes estaba invitado a bajar a la ciénaga a visitar las casas de las canillitas, para quien no lo sepa, la ciénaga es un barrio de suburbios que está en la parte del río Ozama en su desembocadura al mar. Tierra embarrrizada por las crecidas del río y donde nadie se atreve a construir, excepto esta gente que en su mayoría son personas que vienen a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida, nada más lejos de la realidad claro. Aguas estancadas, casitas de chapa, piedras, basura y mucha suciedad, cables pelados y alambres... los olores no pueden ser otros que los que son. Y las canillitas son las niñas de este barrio que hace unos años se dedicaban a robar o comprar distintas cosas para luego venderlas por las calles, contribuyendo de aquella manera a la economía familiar, por lo que se deduce que la asistencia a la escuela es mínima y se encuentran todo el día en la calle... y en esas calles.
Las Salesianas y otras instituciones trabajan con este colectivo, los niños y jóvenes y sus familias, con el fin de sentar una base en cuanto a educación, y que así les permita cambiar ese modo de vida. Pero las circunstancias son múltiples y el problema en cuestión no creo que esté cerca de resolverse.
Los auténticos perjudicados en este caso sí que son los niños, porque sus padres de un modo u otro, en la mayoría eligen estar ahí, pero sus hijos nacen allí sin mayor elección.
Visitamos algunas familias de las niñas, algunas de ellas nos fueron haciendo de guías por esos laberintos, donde cada uno construye donde y como puede. Madres super jóvenes con varios hijos y gente sentada o tumbada dejando la vida pasar, además de la droga que se trapichea en estos sitios y en lo que andan muchos de los chicos jóvenes y más mayores.
En la casa de una de las madres encontramos a ella junto a algunos de sus siete hijos, por supuesto los padres son varios, y para muestra un botón, madre bien morena y uno de los hijos rubio, rubio... el cual no me ha podido dejar indiferente, porque era como algo que no pegaba allí (qué chungo dar por hecho que los rubios y blanquitos no pegan allí, que esa es zona de negros y morenos...) con la cara llena de foligas de haber comido algo y no limpiarse... en ese día o varios, descalzo por allí jugando. Ha posado para que le hiciera una foto y luego se ha subido a lo alto un cocotero como un mini chimpancé jarillo, para que yo viera de lo que era capaz.
PERO LA GENTE ES FELIZ, NO SÉ SI SERÁ EL CLIMA, LA TIERRA TAN FÉRTIL O LA FORMA DE SER DOMINICANA... AUNQUE SI LES QUITAS LA FELICIDAD... QUÉ LES QUEDARÍA?
Esta visita era necesaria, porque si estoy aquí, una de las cosas es para empaparme del país entero, y esto es una parte de su realidad, cruda y que no gustaría ser vista, pero parte de lo que la compone.
Durante el paseo, he estado aprendiendo más sobre la educación en Dominicana y te das cuenta que es un problema de base. La escuela pública deja mucho que desear, profesores muy poco cualificados y con sueldos irrisorios, que deben de hacer hasta tres turnos para tener un salario más o menos normal, por lo que se deduce que hay turnos a los que ni siquiera acuden, pues tienen que atender también sus casas, con el consiguiente perjuicio de los alumnos.
Un mundo aún por descubrir.
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