Comenzaremos con mi regreso de los días pasados en Las Terrenas y cómo la buena experiencia y los sitios tan chulos que conocí, se empañan por experiencias no tan buenas.
Cuando llegué de Las Terrenas, recogí algunas cosas y me fui con una mochila a casa de Ana Belén (una amiga española que creo que ya he hablado alguna vez de ella), se había marchado a España durante diez días y me pidió que me ocupara de su casa en su ausencia, librándome así también un poco del ambiente monjil. Bajando la calle ví un grupo de personas que no me agradaba mucho, así que cambié de acera, pero a la vez vi por el rabillo del ojo que dos de ellos venían detrás de mí. Para hacerme el despistao me paré un momento como para coger algo de la mochila y les faltó tiempo para colocarse uno delante y otros detrás de mí. Mientras uno me quitaba la mochila, el otro me vaciaba los bolsillos. No puse resistencia, pero sí que les pedí que me devolvieran la documentación (una tarjeta de crédito y la licencia de conducir) pero me amenazaron echándose mano a una pipa en la espalda. Posiblemente no iban armados, pero no lo quise comprobar. Al momento se acercaron otros tres para preguntarme si me habían robado, que me podían ayudar, pero que les tenía que dar algo a cambio. Todo estaba compinchado, me dí cuenta perfectamente, pero también vi que si quería recuperar algo esa era la manera. Así que resumiendo, recuperé la mochila con la ropa y la documentación, perdiendo los dos móviles (el español y el dominicano), el dinero y algunos calzoncillos y cosas de aseo.
No dejo que esto me asuste, de hecho he intentado pasar cada día por el sitio que me robaron (no de noche claro) para no cogerle miedo, pues es algo que ya sabía que me podía ocurrir. No deja de ser lo mismo que si vas por un mal barrio de Madrid y te atracan, lo que pasa es que aquí son más los malos barrios. Mentalizao de que puede ser algo que vuelva a ocurrir.
Los días en casa de Ana Belén, muy bien, porque estaba en la zona Colonial y me permitía salir a pasear por la noche y tener mi independencia. Mientras las hermanas me habían buscado una casa compartida con un voluntario de los Salesianos (las salesianas y los salesianos no trabajan siempre juntos). Cuando me mudé a esa casa, me encontré que estaban cambiando los suelos, así que seguí con mis cosas en maletas. Allí vive un voluntario (más bien un trabajador) de los salesianos, un italiano casado con una cubana y que tienen una niña. A los dos o tres días me comenta que el se quería ir a vivir a otro sitio más seguro con su mujer y su hija, pero que la agencia con la que viene no estaba por la labor de pagarle otra vivienda, que esa casa se iba a convertir en la casa de la familia, por lo que yo quedaba fuera. No me alteré ni mucho menos, así que recogí mis cosas a los pocos días y me vine de nuevo a casa de las monjas. Todo esto es molesto por el hecho de tener mis cosas en danza de una lado para otro y sin ubicarme y poder plantar el huevo en un rincón que sienta como mío, pero este tipo de vida (temporal) es lo que conlleva... no tener sentido de pertenencia.
Lo bueno es que ayer pude llevarme mis cosas por fin a una casita de una ex-alumna justo aquí al lado de donde trabajo, donde creo que podré pasar el tiempo que me quede. La casa es minúscula, una construcción peculiar (cuando pueda colgaré un video para presentar el chozo), pero os aseguro que comparado con los lugares donde viven muchas personas, soy muuuuuyyyyy afortunado.
He intentado resumir un poco estos quince días, me queda por ahí alguna cosa en el tintero, como una reunión que tuve con el Consejo Provincial Monjil (que fue muy importante para mí) y la experiencia con la Pastoral Materno Infantil en Bonao, pero eso es harina de otro costal y será material para la siguiente entrada.
De momento un par de fotos de los días en Las Terrenas. Las fotos son de los momentos que no trabajábamos, que parece que siempre estoy de excursión...
El salto del Limón |
Playas en Las Terrenas... auténticos Paraísos Terrenales |
No hay comentarios:
Publicar un comentario